lunes, 12 de noviembre de 2012

Memorias de la chica que volaba por las aceras


Erase una vez una chica voladora. Una que volaba por la cuidad. Muy cerca del suelo. Tan cerca, que si no te fijabas muy bien, ni siquiera parecía que volaba. Pero si lo hacía, y tanto que lo hacía! Atravesando las calles, sobrevolando las aceras. Sigilosa su presencia, tan delicada como una flor que florece en pleno otoño y resalta sobre las hojas marrones ya caídas.
Ponía sus brazos en cruz y planeaba al ritmo de la música de sus auriculares. Saltando obstáculos tales como  bancos de madera, semáforos, y demás voladores de aceras.
Era la viva imagen de la felicidad infantil ya perdida. Pero en ella se encontraba una tristeza nada habitual en una niña, una tristeza que hacia crear turbulencias en su linea de vuelo, y que no facilitaba un buen aterrizaje.
Así que tuvo que recurrir a un aterrizaje de emergencia. Parar su vuelo para reparar aquello que no la dejaba volar. Entonces vio que las heridas del avión eran muy grandes para que ella pudiera repararlas sola, y pensó que no era buena idea eso de ir volando ella sola, y que lo mejor era buscar un copiloto, alguien con quien volar. Alguien con quien sobrevolar las aceras.