Nadie crece nunca del todo. Todos nos quedamos con nuestro niño interior para siempre. Es crucial, necesario. Aparentamos cierta madurez externa, pero, para que engañarnos? Queremos jugar, quiero jugar, y no me dejan.
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A un niño pequeño que quiere jugar con un mechero, se le dice que no debe, porque es peligroso, puede hacerse daño; pero eso no hará que el niño deje de quererlo, incluso, aunque el propio niño sepa de la existencia de ese peligro, querrá jugar con el mechero.
A mi me han dicho que no toque el mechero, que me haré daño, y además sé, que me haré daño. Pero quiero tocar el mechero, porque me gusta el mechero, y cada vez que me dicen que no, me gusta más; cada vez que me digo que no, me gusta más; y cada vez que me dice que no, me gusta más.
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Asi que, sinceramente, no se que hacer, solo se, lo que quiero hacer, y no puedo...
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besitos con sabor a lacasitos