martes, 24 de marzo de 2015

Miedos

Tras el tercer paquete de clinex terminado, empiezo a dislumbrar con un poco mas de claridad todo el miedo que se apodera de mi cada vez que dejo que alguien se acerque a ver el pozo del que procedo. Y cómo una reacción en cadena que se repite una y otra vez, el pozo vuelve a escupir hacía fuera, alejando todo ser viviente que se encontraba alrededor.¿Es el pozo o es la gente? ¿Es la gente o soy yo, la poseedora del pozo, quien con extremada torpeza repito pasos absurdos hacia la desgracia? Si alguien sabe la manera de sobrellevar esta situación sin el fátidico final que se me avecina, que hable ahora, o que calle para siempre.
Despúes de mil historias de noches borrosas o incluso días soleados de desilusión, te planteas el minimo común múltiplo de tu fracaso, y es cuándo te das cuenta, que todos esos cuentos, los protagonizas tú.
Tú, inocente criatura deseosa de un final feliz, abordas cada nueva esperanza con el ansía viva que te sigue quedando a pesar de todo. Y estiras hasta la última posibilidad de dislumbrar luz desde tu pozo, enamorada de la idea de conseguir el sol. Subiendo escaleras sin nombre que supuestamente te llevarán al cielo de tu gran estrella, olvidando que la estrella de tu cielo eres tu mismo, y que probablemente te hayas perdido en uno de esos escalones. Pero no pararás, porque la posibilidad de ganar está demasiado cerca, tanto, que casi que estirando tu mano la rozas, y el roce permite que respires el aire puro de tu objetivo. Y entonces sientes paz, un microsegundo de paz, que te envenena mas que la oscuridad de tu pasado, y no puedes permitirte menos, y matarías por segundos de esa paz, aunque duela como mil puñaladas en la espalda, porque estás vivo, y ya no recuerdas el pozo, ni las escaleras, ni el miedo, porque sólo estás tú, ganando la batalla de tu vida, cerrando la puerta al entrar. Al entrar a tu nuevo yo.

martes, 27 de enero de 2015

Soy mi paracaídas



Existe una necesidad humana de sostenernos para no caer, sostenernos en el vacío,  sostenernos entre la gente, sostenernos en nuestra vida...sostener nuestra vida.
Como ese niño pequeño que necesita que sujetes su manita todo el tiempo. Ese gesto, esas manos, esa unión, es como un paracaídas. Es la total libertad de saltar desde lo más alto con la consciencia de que en el último momento el paracaídas se abrirá, salvándonos. 
El gran problema del ser humano es utilizar a otra persona de paracaídas, pues confiar que alguien va a estar allí para no dejar que caigas, es dejar tu vida en las manos de quien en el momento necesario, tendrá que tirar de la anilla del paracaídas, y salvarte; ¿Y de verdad va a estar allí siempre?
Las personas vienen y van, cada una con su propio paracaídas, pero hay algo que está claro: sólo tú eres dueño de esa anilla. Sólo tú vas a estar siempre para salvarte. Aunque fallasen todas las manos del mundo, seguirán estando las tuyas, para abrir tu paracaídas.