lunes, 15 de abril de 2013

"La chica sin miedos"



La equilibrista una vez mas, se enfundaba su pequeño vestido de lentejuelas para brillar bajo los focos de la gran carpa. Sus pestañas infinitas brillaban como estrellas en la oscura inmensidad, sobretodo allí arriba  en la cuerda mas alta de todas, cuando solo 15 metros la separaban de un final fatal. Pero aun así  ella cada noche, subía la escalerilla dorada que llegaba hasta el principio del fin, al poste mas alto, y con palo en mano, empezaba a caminar suavemente y sin temor hacia el otro lado. Aunque eso de sin temor es lo que le decía a todos, que era la "chica sin miedos", pero si que los tenia, y muchos. Temía caer. O peor, temía caer y no levantar nunca más. Pero a pesar de esos miedos, ella continuaba andando, como si flotara en el aire por aquella fina cuerda, y es que una vez que empiezas a andar, ya no puedes parar, o te caerás, no hay descansos si quieres llegar vivo al final.
Y de repente...todo cambia, y sopla el aire, moviendo de un lado a otro los postes, haciendo que la cuerda vibre hasta el punto de entorpecer las pies de la equilibrista que está a escasos pasos de llegar. Se tambalea hacia delante, se tambalea hacia detrás, y cuando le queda un paso para acabar sus pies dejan de tocar la cuerda, pero una mano agarra su brazo, la alza hacia arriba y la salva de caer al vacío. Está a salvo. Después de recorrer el camino sin ayuda de nadie, ha necesitado de una mano ajena para salvarse.

Siempre necesitamos de una mano ajena para salvarnos, aunque sea nuestro camino el que andamos, aunque sea nuestra cuerda la que recorremos, en el segundo poste, alguien nos cogerá de la mano.

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